Donde no estás

Por primera vez levanté la vista mientras toco en vez de permanecer con los ojos cerrados. Fue todo un logro, y una barrera que empiezo a superar. Sufro violentos ataques de pánico escénico, no solo cuando toco frente a otra gente, sino cuando tengo que rendir mesa de examen, o cuando tengo que hablar algo importante con alguien, incluso sufro pánico escénico en momentos muy extraños. Cuando voy a comprar algo y no hay y me quiero llevar otra cosa pero no se qué, y así seguimos. Una vez hasta me puse a tartamudear intentando comprar un pasaje de omnibus.
Pero dejando de lado esta grave patología, lo importante acá es el refugio. El refugio que encuentra uno en las canciones, que, siendo el momento de mayor exposición imaginable (porque no hay mayor exposición que tocar en público), también es el escudo más solido y resistente. Las canciones son la coraza del cangrejo, un cangrejo que lejos de ser inmortal, avanza zigzagueante, tímido, por el costado hembra de toda las cosas. El momento mágico en el que uno le cede todo a la música, para que la música lo represente de mejor manera (o de la única manera posible). Uno se pretende no-imagen, se pretende intangible, invisible, intocable. Uno se cree en la oscuridad, intentando sostener la magia, con los ojos cerrados. Pero llega un punto en el que uno tiene que romper ese hechizo de quimera, porque nadie vive en un mundo de hadas, y tus canciones sólo son canciones. No son burbujas de jabón. No son las infinitas capas de sábanas bajo las cuales se atesora el sexo púber, con la luz apagada. Es parte del mensaje, la imagen. Y nos guste o no, nosotros elegimos nuestra imagen. Es por eso que vestirse (también) es una decisión política. Uno elije escribir el mensaje que le parece más acorde con lo que quiere decir. Uno elige encajar (o no) en un estrato social. Uno elige cuánto quiere llamar la atención.
Además, uno no puede escudarse en las canciones porque estas no sólo no son un escudo, sino porque tampoco son la persona. Las canciones, oh diosas omnipotentes, son solo pequeñas historias, y ni siquiera eso. Las canciones son pequeños fragmentos de historias propias o ajenas. Breves pensamientos, plot points, climax, trailers de vidas de otros, y rara vez, momentos de nuestra vida. Sin embargo, la terapia de la canción es algo que yo recomiendo mucho, porque hace bien, cura, espanta algunos demonios, y atrae a otros tantos.
Pero escribas lo que escribas, sigue siendo una canción. Y hagas lo que hagas, no importa cuan personal sea, cuan tuya la sientas, no sos vos. Es más, vos terminás donde empieza la canción, y el escribir no compensa nada, no sublima nada. Es por eso que hay que desmitificar en un punto a la canción, que puede disfrazarse de deidad, pero no es más que un placebo. Un engaño a los nervios, al cuerpo, al alma, a todo. Las canciones son canciones, y nada más.
Por más que te llame en una canción, no soy yo el que llama, y no es a vos a quien llamo. Es mi canción autónoma de mi cuerpo que se escapa desde mi garganta, desde mis bronquios, desde mis pulmones. Es mi canción autosuficiente, autoinmune, autoritaria. Te llama, pero no es a vos, porque vos no oís, porque no querés oír. La canción es el río en el que se mira Narciso, la sombra en la caverna, el mundo proyectado. Pero vos no querés oír, porque ya no me conocés, porque ya pasó mucho tiempo, y me llamaste otra vez, pero no te atendí, no hablamos.
De París tal vez, o Madrid, no se. De Hong Kong, Tai Pei, Taiwan, o Milan, Honolulu, Ituzaingo, o Chivilcoy. You've hanged on. Si vouz plais. Che cosa esta facendo alí?
Music
makes the people
come together.
Music
makes the people
come together.
You've hanged on.
De París (tal vez) a Luis Guillón volvés. O de Madrid (no se) a Llavallol, puede ser.
You've hanged on. No atendí. Solo vos. Solo vos. Solo vos.

Amor a Mora

Humor y actualidad.


El otro día le dije a mi hermanito "Se murió Michel Jackon", a lo que el me respondió "Ya lo veía medio palido", creo que el humor barato y oportuno es un síndrom de la familia.

Y hablando de Síndromes, con esto de la epidemia se nos viene el Síndrome Salinger.

Por dios Rodrigo, ¿no podés ser menos snob?

(Nótese que puse dios con minúscula y Rodrigo con mayúscula, eso es algo para llevar a terapia)